Wednesday, April 13, 2011

La exposición

Una crianza institucional y el apego
El espacio de la institución, específicamente el orfanato, tiene una conexión particular con la presentación del trastorno del apego.  Los ejemplos más extremos de trastorno de apego se ven en niños institucionalizados.  Con esto, la primera infancia determina mucho en el desarrollo de los comportamientos del apego y vinculo.  Mientras se va especializando la psicología, la primera infancia como una etapa singularmente significante en el desarrollo de una persona recibe aun más interés y estudio por parte de los psicólogos.  Un psicólogo Chileno, Felipe Lecannelier, que se especializa en esta “nueva ciencia del bebé”, señala el apego como una fundación básica para el desarrollo futuro del niño.  Él cree que los bebés ya tienen una “salud mental” que puede sufrir daño desde una edad muy temprana.  Un bebé que tiene un apego seguro con un cuidador, normalmente desarrolla un cerebro más flexible y por eso puede adaptarse y aprender con relativa facilidad.  El cerebro de un bebé que no logra vincularse con un cuidador hará conexiones neurales más rígidas (Lecannelier 32).  El niño estará amarrado por ciertos patrones de comportamiento y pensamiento que con como mecanismos de defensa.  Según Lecannelier, los ejemplos más extremos de trastorno de apego se ven en niños institucionalizados.  Una comparación entre estos niños y los  niños ferales, niños completamente o casi completamente aislados de contacto humano (para la meta de este ensayo, los que estaban cuidados por animales) enfatiza la conexión fuerte entre institucionalización y trastornos del apego y la importancia de la primera infancia.
Antes de empezar esta comparación,  es importante ver el apego como concepto y el vocabulario que lo rodea.  El apego y el vínculo, aunque son parecidos, no son iguales.  El vínculo se refiere a la proximidad física de en bebé con su cuidador que resulta en la reducción de la ansiedad y el temor del niño (Gallart 9).  El apego es algo que se manifiesta desde el momento de nacimiento.  Tiene tanto que ver con los comportamientos inherentes del individuo niño como con la experiencia de la satisfacción, o su falta, de las necesidades físicas y emocionales del bebé.  Estas necesidades incluyen alimento, pulsión y interacción (Gallart 10).  El apego puede ser entendido como un ciclo del vinculación conforme avanza el tiempo.  El bebé tiene una necesidad y el cuidador la satisface y esto ocurre una y otra vez.  En el caso de los niños institucionalizados, vemos que también es importante que la misma persona satisface las necesidades la mayoridad del tiempo, o no formará el bebé un apego.
Basándonos en las definiciones anteriores, el trastorno del apego, que también se llama el trastorno de vinculación en algunos casos, se desarrolla cuando no se forma un apego con un/unos cuidador/es como resultado de una desatención a la necesidades del bebé o/y cambios repetidos de cuidadores.  No es raro que en una crianza institucional hay cambias de cuidadores y también la desatención.  El trastorno es caracterizado por una “pobreza en el desarrollo emocional y somático” (Gallart 10).  Entonces, lo que afecta es las relaciones sociales y también el desarrollo físico, especialmente el ganar de peso en los bebés.  En los bebés que y tienen signos de trastorno del apego, se observa comportamientos raros para su nivel de desarrollo.  Por ejemplo, no seguir con la mirada los movimientos de las personas alrededor, no sonreír, una falta de mirada recíproca, no imitar o reaccionar a los sonidos.  También hay una falta de muchas expresiones faciales.  Cuando mi padre entró un orfanato lleno de bebés en Rumania en 1997, era muy extraño que ninguno de ellos lloró para las dos horas que visitó. 
 Una crianza patológica, en la cual el bebé no tiene sus necesidades satisfechas, no debe resultar en un trastorno del apego.  Pero, lo que esta llamado un “abandono extremo” o un “abandono universal”, aumenta considerablemente el riesgo de presentar el trastorno.  El ejemplo más preciso de abandono extremo es una crianza institucional.  Aun si a un bebé le alimentan, le cambian el panal, le limpian y no está abusado, el cambio de cuidadores le pone al bebé en riesgo de tener el trastorno de apego (Rodríguez).
      Hay algunas cosas que tienen en común los niños institucionalizados con los niños ferales.  Los dos experimentaban una falta del apoyo, estimulación y cuidado humano durante de una etapa muy vulnerable e importante de su vida.  Para los niños ferales, la edad en que llegan a vivir con animales determina si podían aprender hablar y entender lenguaje cuando se descubren.  Hay una ventana de oportunidad en que, si no aprendes hablar, nunca puedes (Dorr et al.)  Para los niños institucionalizados, si tenían cuidado en el primero ano de vida, tienen mas esperanza de no tener un trastorno del apego.  La diferencia mayor, es que el niño feral se retrasa cognitivamente mucho más que el niño institucionalizado, pero ellos pueden ser socializados y pueden tener apegos con humanos después de ser reintegrado en la sociedad, aun si permanezcan a un nivel muy bajo de la cognición (Dorr et al 45).  Los niños institucionalizados usualmente tienen mas capacidad de hablar, escribir y hacer operaciones cognitivos mas complicados, pero no pueden tener apegos con otros humanos.  Esto parecer demostrar que un cuidado de animales es mejor para formar los apegos que un cuidado institucional.


Obras Citadas
Dorr, Anneliese, and Cecilia Banz. "Ventanas De Oportunidad Y Capacidad De Establecer Vínculo Afectivo En Niños Ferales versus Niños Abandonados En Instituciones." Gaceta De Psiquiatría Universitaria 6.1 (2010): 38-45. Print.
Gallart, Magda S. "Trastornos Reactivos Del Vínculo En La Primera Infancia." Web log post. Aug. 2007. Web. Mar.-Apr. 2011. <www.paidopsiquiatra.com>.
Lecannelier, Felipe. "La Nueva Ciencia De Los Bebés: El Apego Y Intersubjetividad." Gaceta De Psiquiatría Universitaria 6.1 (2010): 29-37. Print.
Rodríguez, Antonio G. "El Apego: Mas Allá De Un Concepto Inspirador." Revista De La Asociación Española De Neuropsiquiatría 108 (2010). Print